Para mí, como siempre;
porque al mirar en el mapa celeste
descubro que no conozco estas estrellas.
Y es
vicio la costumbre de ser Fénix, de arrancar una vez más con el pico las
cenizas de estas plumas que me oscurecen la piel y revelar la espesa cabellera
que se enreda y se hace una con el viento, las miríadas de partículas que
centellean y adornan mis pestañas, y todas y cada una de mis voces que reverberan
y desarman la oscuridad.
Soy la
que destila luz de las tinieblas.
Soy la
que amarra sus naves en las costas que me vieron zarpar.
Soy la
que cierra los ojos y se arroja las
fauces de monstruos que la devoran a dentelladas.
La seda de mis vestidos anuncia
en susurros que he venido. Nada más que gratitud y reverencia al eterno
obsequio de la vida. Un atisbo de marfil reluce lejano, interrumpe la precisa
línea que los mares dibujan contra el cielo cetrino.
Y sonrío.
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