Wednesday, July 16, 2008

ENTRADA DE MIÉRCOLES

DESTELLOS

"Este día ha destilado una oscura y gomosa sustancia sobre mí."
Nicanor Parra




Amanece luz en las afueras de este velo de urdimbre pesada y oscura, que la suavidad del nudo corredizo ha comenzado a ceñir a mi alrededor. La trama gruesa no disfraza ante mis ojos el terrible desmoronar de aquellas viejas torres que supieron serme bastión y certeza, y que ahora amenazan con destruir todo aquello sobre lo cual se yerguen mis imperios majestuosos. La certeza de saberme ante una quimera igual a mí; supe de tu ser frío y distante, al punto tal de no poder discernirte de tu propia imagen en el espejo gélido de mi propio deseo. Supe a la vez de ese ardoroso fervor que te impulsa, y que no todos pueden ver, al punto tal de no distinguir tu escencia del fluir torrentoso de mi propia sangre por las venas.

La primera nevada del invierno trajo consigo el letargo de todo aquello que está vivo, sumiéndonos a su vez en un sopor parecido a la muerte. Detrás de la gruesa trama del velo adivino que la nieve cubrió tus huellas de blanco e incertidumbre. Y no importa cuántas apariencias disfrace para mí, cuántas estatuas de agua construya con tu efigie, la única certeza palpable es tu terrible ausencia. Invoco tu nombre en las profundidades de la noche. Cauterizo con fuego las heridas que con fuego he de infligir. Me lanzo a la bravura terrible de los mares helados con el frenesí propio de los dementes y de las mujeres enajenadas, y no hay brújula ni astrolabio que me acerquen siquiera a las orillas escarpadas de tu presencia.

Puedo sentirlo. Lo siento en cada palabra que valido con un silencio a pesar de saberla engañosa. Lo siento en cada falacia irreparable que tengo que acatar en pos de una aurora que es promesa. El nudo corredizo aprieta y ahoga cualquier discurso que me atreva a elaborar. Y el miedo terrible a descubrir que la aurora maravillosa no es más que un cénit ennegrecido me llevan a enroscarme más y más en aquel tapiz de hilo grueso deformado por las eras y los tiempos. Sueño que algún día volveré a oír el llamado profundo que me acerca a los amaneceres de tu nombre; sabré que ha llegado el momento de arriar velas, de sumirme en la calma dichosa de un océano de promesa que es a la vez remanso y arrecife. Verte con los ojos desvelados. Desnudarme a la suavidad de tu intención de no hacer daño. La promesa maravillosa de claridad me impulsa a adentrarme más y más en la borrasca; el terror al ocaso de cenizas me lleva a hacerme una con la urdimbre que sofoca.

No tengo más herramientas que éstas que aquí descubro. Hace tiempo ya depuse mis armas romas en una pretendida oferta de paz; no creo en las guerras ni en rumores de guerra, y jamás he aprendido a usarlas. A lo lejos, destellos fugaces como almenas, no puedo precisar si de aliados o de enemigos.

El velo se estruja más y más contra la piel, y se congela al contacto con las gotas de hielo que destilan mis ojos.

Aguardo paciente la llegada de la luz que acaso te traiga de vuelta a mis orillas.

Te espero.