Ruego al dios de las ánimas por aquel exorcismo que arrase de una vez con la inmundicia de su nombre; y a mi paso arrojo jirones de mis vestidos, y elevo una plegaria silenciosa para que el huérfano encuentre el rastro que lo conduce hacia las fauces de la bruja.
Por acariciar una vez más su rostro de cuencas vacías.
Por recorrer una última vez con mis dedos el abismo del pecho donde no existe un corazón.
Por perderme en la suave putrescencia que emana de sus despojos.
La última genuflexión es hoy sobre su tumba, donde deposito una corona de espinas mientras beso la grava del suelo. Para el Fantasma, sólo elogios, una condena eterna y hasta algún atisbo de piedad.
"y me llevo a la vida,
a mendigar fervor"
Alejandra Pizarnik